Nota: El fútbol de potrero y la magia de la enseñanza
- alvanezziformador
- 9 ago 2021
- 3 Min. de lectura

El olor a potrero le impregnó el alma de sueños ligados a una pelota. Fue allí donde conoció la pasión por el fútbol y blindó el anhelo de alcanzar la línea de meta, bautizada como profesionalismo. Su corazón se llenó de alegría cuando al fin lo logró y se abrió un nuevo camino, en el que portó los colores de equipos como Sportivo, Kimberley y Deportivo Norte, en el balompié local, y los de equipos europeos, como el Livorno, el Lorcano y el F.C. Caslano, donde decidió poner fin a su travesía como jugador, cuando apenas había superado la barrera de los 30 años. Facundo Alvanezzi todavía estaba vigente para la competencia, pero un par de temporadas atrás sintió que un fuego sagrado se encendió dentro de él: la enseñanza.
“En mi recorrido, alimentado por el sueño y la ilusión de un fútbol silvestre, que alcanzó la élite como reflejo de un largo camino, fui descubriendo y avizorando mi vocación de enseñar artesanalmente, en el papel de formador, desde una edad temprana”, relata el entrenador de jóvenes promesas.
Y es que los kilómetros en las piernas, las vivencias en los camerinos y tantas historias entorno al deporte rey le dieron la posibilidad de trasladarlas al campo de la enseñanza y ofrecerles una visión diferente a sus pupilos, esos mismos que como él, en épocas de antaño, le entregaron su vida al deseo de tener una vida ligada al fútbol, siempre maravilloso, siempre impredecible.
“El arte de enseñar, de forma incipiente, cobraba vida mientras el jugador se encontraba en el último tramo de mi carrera. Fue una transición fantástica, porque hoy en día sigo combinando el futbolista con el formador. Es la belleza de enseñar, mientras sueño que sigo jugando”, indicó Alvanezzi.
En el epílogo del siglo XX, y el nacimiento del XXI, se consolidó su deseo de estar detrás de la línea de cal y dio sus primeros pasos en Cadetes de San Martín, de Mar del Plata, Aldosivi y luego las puertas del viejo continente se abrieron, para darle un lugar en Suiza, en un coloso como el Basilea.
Los meses se convirtieron en años y creció el gozo en su alma, mientras moldeó a las futuras figuras de la cantera del equipo helvético y delineó su metodología con las enseñanzas de eminencias como César Menotti, Johan Cruyff, Marcelo Bielsa y Óscar Washington Tabárez. En la lista de sus referentes también está el aroma a café, por cuenta de Francisco Maturana, a quien admira y respeta por ser el precursor de la evolución de la calidad exquisita del fútbol colombiano.
Convivió con promesas de diferentes países en el mundo; croatas, italianos, albaneses, franceses o alemanes, asistieron a sus lecciones dentro del rectángulo mágico, pero también enriquecieron sus experiencias y su conocimiento sobre otras culturas. Tras dos décadas viviendo en Europa, volvió a casa y el contexto de la pandemia hizo que germinara el deseo de aplicar y desarrollar un proyecto en Sudamérica, sacando lo mejor del lugar donde han surgido talentosos como Maradona, Pelé, Valderrama, Forlán o Messi, por mencionar a algunos.
Así transcurren sus días, entre libros y nuevas metodologías, mientras engranan las piezas del reloj de una academia formativa, en Mar del Plata. Alvanezzi busca que, al igual que él, los jugadores se conecten con el balón, sin dejar a un lado la intuición, la alegría y el talento que se hace visible en el potrero. Su misión es la de guiarlos rumbo al puerto de la materialización de sus sueños, entregándose con pasión, determinación e impulsado por los latidos de un corazón, que van al ritmo de goles y se hacen más fuertes con cada enseñanza.
“Es maravilloso estar en el campo con los futbolistas, aprendiendo de ellos e inculcándoles valores culturales y deportivos, para sus vidas en el futuro. Es en la cancha donde protejo y entrego mi arte como un juego de niños. Solo así regreso cada día a mi infancia, siendo un adulto que sueña con un fútbol artesanal y mejorado”, finalizó el maestro.
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