Entrevista exclusiva: Omar Ibrahim conversa con Facundo Alvanezzi Q/A
- alvanezziformador
- 10 oct
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En un mundo donde los reflectores del fútbol apuntan casi exclusivamente a las figuras que acaparan goles, títulos y portadas, hay personas que construyen silenciosamente las bases de ese éxito. Una de ellas es Facundo Alvanezzi, un verdadero arquitecto del talento joven, un hombre que ha dedicado su vida a entender, formar y perfeccionar las raíces del juego.
Su camino comenzó como futbolista, desempeñándose como un fino centrocampista ofensivo (el clásico “10”) en ligas europeas, siendo incluso elegido “Mejor Extranjero del Año” en el FC Locarno, Suiza. Pero fue después de colgar los botines donde su legado comenzó a tomar otra forma: la del formador incansable, el estudioso metódico, el apasionado de la cantera.
Desde ‘’Cadetes de San Martín’’ hasta ‘’Aldosivi’’, pasando por una serie de perfeccionamientos y visitas técnicas en las instituciones más prestigiosas del planeta, Alvanezzi ha absorbido metodologías, valores y estructuras. No es casualidad que haya trabajado en clubes modelo como (FC Basel), donde estuvo más de 9 años formando a jóvenes entre Sub-12 y Sub-16, o que haya recorrido el mundo visitando canteras consideradas “elite” como las de (Barcelona, Bayern, Milan y Sevilla) .
Su paso por La Masía en múltiples oportunidades le permitió conocer desde adentro la mística de la formación integral del jugador. En Milanello, entendió el rigor táctico y la exigencia mental del calcio. En la Ciudad Deportiva José Ramón Cisneros Palacios de Sevilla, se nutrió del modelo que la UEFA ha elogiado por su enfoque educativo y de alto rendimiento.
En Argentina, su experiencia con la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) le permitió observar desde cerca cómo se trabaja la captación territorial y el desarrollo de selecciones juveniles. Su enfoque integral combina técnica, táctica, psicología y valores. Porque para Alvanezzi, formar un jugador no se trata solo de enseñarle a jugar bien: se trata de formar personas, líderes, y profesionales conscientes del juego.
Hoy, reunimos a Facundo Alvanezzi en una entrevista exclusiva. En un tono cercano, profundo y reflexivo, nos comparte su mirada sobre el fútbol formativo actual, los desafíos del entrenador moderno, la evolución de las metodologías y el lugar que debe ocupar el formador en el engranaje del éxito.

Facundo, tu recorrido por clubes como Barcelona, Bayern, Milan y Sevilla es impresionante. ¿Qué tienen en común estas instituciones en cuanto a la formación de juveniles?
Habiendo transitado estos magnánimos clubes llenos de historia, prestigio y jerarquía mundial, me viene a la mente la providencia inmaculada de estar en presencia de la élite hecha realidad.
En mi opinión personal, estas instituciones —con mayúsculas— tienen en común la idea de formar seres humanos que juegan al fútbol. ¡No es un dato menor! Todo lo contrario: es una virtud de la que pocos clubes de relieve internacional pueden preciarse con notable relevancia.
Además, poseen aristas indicativas en los entrenamientos específicos, abocados a la técnica de superación para jugar un fútbol de autor.
Son clubes sublimes que contribuyen al mundo con una idea universal: jugar para mejorar y disfrutar del juego.
2.Después de tantos años como formador, ¿cuál considerás que es el valor más importante que debe transmitir un entrenador a sus jugadores jóvenes?
Los años transcurridos entre el aprendizaje, el error y la virtud me fueron dejando imágenes sensoriales de notable sensibilidad para tratar a los jóvenes provenientes de diferentes nacionalidades y culturas con mucha cercanía, dedicándome a mejorarlos principalmente en el aspecto humano.
Considero la educación, el respeto, los valores morales, la calidad intelectual, la integridad genuina, la empatía emocional y todo lo que encierre la palabra afecto como valores insoslayables de notable relevancia.
Si a ello le agregamos la cultura del formador multifactorial y de enseñanza depurada, estaremos en presencia de un nivel de aprendizaje mesurado y superior a la media de la sociedad actual.
Estos son, para mí, valores sobresalientes que transmito cabalmente por donde voy.
3.Has trabajado con futbolistas desde categorías Sub-12 hasta Sub-16. ¿Cuál es, en tu opinión, la etapa más crítica en la formación del jugador y por qué?
Desde el prisma de agudo observador que acredita mi vasta experiencia internacional, me seduce divulgar la idea creciente de que en todas las edades tempranas de formación existen etapas críticas de involución y superación personal.
No obstante, existen las llamadas etapas de oro, que abarcan esas edades mencionadas, donde creo que reside la incipiente labor crítica de evolución en la mayoría de los futbolistas.
¿Por qué menciono lo siguiente? Porque en estos años de desarrollo evolutivo muchos se superan, y la gran mayoría abandona por falta de estímulos, recursos familiares y, sobre todo, por una enseñanza deficitaria en su globalidad que no posee redes de contención de ninguna índole.
Y para ser más contundente aún: para mí, la edad más crítica son los 15 años. Allí deciden su estilo, su idea, su técnica, su desarrollo psicológico, su fortaleza mental, su espíritu creativo y competitivo, y, por sobre todo, su mundo ideal donde crecer y desarrollarse.
De no encontrar respuestas, acompañados de profesionales idóneos, tengan por cierto que sus vidas futbolísticas serán difíciles, llegando frustrados al abandono, y ni hablar de la resultante final: comprender cómo seguirán con sus vidas personales.
4.En tu experiencia en FC Basel durante casi una década, ¿cómo se equilibra la exigencia competitiva con el desarrollo humano del jugador?
En mi maravillosa experiencia en el club Basilea de Suiza fui colaborador y artífice de una estructura organizativa de nivel mundial que dejó en mí una huella tan profunda que, aún hoy día, permanece inalterable.
Nosotros equilibrábamos la exigencia deportiva aunada al crecimiento humano con mucha naturalidad, siendo partícipes de un diálogo plural, social, cultural y psicológico que nos ubicaba en el contexto exacto con las personas idóneas.
Es decir, lo estrictamente deportivo, que abarcaba 1 hora y 30 minutos de entrenamientos diarios, lo complementábamos con charlas grupales y psicólogos mediante los cuales se extraían conclusiones fantásticas de cara al futuro, no solo deportivo, sino también de la vida misma.
Allí encontrábamos el equilibrio justo entre lo que entrenábamos, lo hablado y, por supuesto, el ejemplo de nuestros actos límpidos, donde podían verse reflejados por nuestro accionar individual.
5.¿Qué aprendizajes clave te dejaron tus visitas a La Masía y cómo los aplicaste luego en tus trabajos?
Esta pregunta despierta en mí un antes y un después en mi aprendizaje como formador, en constante crecimiento y sabiduría.
Poder exponer el grado intelectual, humano y profesional con que fui tratado es una gratitud que quedará grabada en mí de por vida.
El porqué de un antes y un después es que, cuando uno ingresa por la puerta del FC Barcelona, ya está respirando fútbol asociado, multifactorial, lleno de historias, de jugadores notables, de entrenadores y formadores que dan la talla, de personal idóneo en cada área y de un eslogan que es: “Més que un club”.
Cambié para siempre mi visión cosmopolita de un fútbol de posesión y posición, comprendiendo los puestos y funciones de los jugadores y multiplicando mi capacidad interpretativa de forma exquisita.
Soy un agradecido a la vida por tener referentes como Pep Guardiola, Tito Vilanova, Guillermo Amor, Albert Puig, Fran Sánchez, Víctor Sánchez y un largo etcétera, que me llenaron de conceptos de avanzada que hoy aplico y perfecciono con los jugadores actuales.
Para graficar lo mencionado, de cada concepto y ejercicio que me enseñaron con gran altruismo, hoy los he multiplicado exponencialmente, para que los jugadores, cuando entrenan, mejoren jugando conceptualmente y con un sentido estricto de la belleza y el respeto por la pelota y por un juego de culto.
En fin, pasar por La Masía me educó en valores y respeto por un juego depurado que todos quieren copiar, pero imitar, jamás.
6.En Argentina trabajaste observando las selecciones juveniles. ¿Cómo ves el contraste entre el modelo formativo sudamericano y el europeo?
En Argentina fui un observador privilegiado del cambio generacional de formadores y entrenadores de la Selección Mayor.
Tuve la enorme satisfacción de ver entrenar a Pablo Aimar, Diego Placente, Quique Cesana, Hermes Desio y todo el cuerpo técnico juvenil, por invitación especial generada por un gran maestro: César Menotti.
Lo que observé en relieve y a bordo de campo fue una inmensa cantidad de talentos emergentes dispuestos a jugar con nuestra historia deportiva superlativa. No tenemos nada que envidiarle a Europa, ya que la calidad instructiva de los profesionales mencionados induce a jugar mejor, rescatando el potrero, el barrio, el baldío… donde, por caso, emergió un tal Diego Maradona, por ejemplo.
El contraste más grande, para mí, radica en las estructuras deportivas y la estabilidad social que se ubica en Europa: esto les permite enseñar con serenidad y un futuro definido.
Mientras tanto, en Argentina todo es más vertiginoso y lleno de historias que deben emerger para sostener familias en riesgo de extinción si los jugadores no llegan a triunfar.
Por ello, para mí, es tan valioso que estudien, se eduquen, se instruyan, para que la vida, si los sorprende vestidos de blanco y celeste, sepan el lugar privilegiado que ocupan.
7.En un mundo cada vez más acelerado y digital, ¿cómo debe adaptarse el entrenador formativo a las nuevas generaciones?
En el mundo actual, rodeado de grandilocuencia exagerada y redes que abruman y distorsionan todo, yo celebro mi apego a la literatura, a escribir explorando mi mente en plenitud, a realizar una inmersión en mis emociones, a estar centrado en los afectos y a retomar todos los días el contacto con mi humanidad transmisible.
Solo allí puedo alejarme de lo artificial y nutrirme de los afectos que no se pueden reemplazar por ningún medio digital.
Esta es mi forma sencilla y artesanal de adaptarme a las nuevas generaciones que buscan lo viejo: cultivar la palabra y la observación como formador, para que mi cultura atienda las respuestas humanas que no les brindan las máquinas digitales.
8.Muchos clubes hablan de tener una “identidad de juego”, ¿cómo se construye esa identidad desde la base?
Desde el momento en que nacemos hasta que partimos, estamos creando y reivindicando nuestra identidad, que dignifica un estilo de vida.
Podrán imaginarse el tiempo imperante que requiere construir una identidad de juego…
Lleva años de pruebas, errores y aciertos, derrotas y triunfos, entrenamientos y partidos, cambios de categorías y posiciones, esquemas tácticos, físicos, psicológicos y, por sobre todo, el entendimiento individual y grupal del juego con mayúsculas.
Basta pensar en los millones de futbolistas, entrenadores y diversidad de ideas para comprender que la pluralidad y el absolutismo no son propiedad de nadie. Allí, según mi humilde opinión, elegimos nuestra identidad personal para jugar, mejorando siempre.
9.Desde tu mirada, ¿cuáles son los errores más comunes que cometen los clubes al formar talentos jóvenes?
Tengo una mirada crítica hacia aquellos clubes que tratan a los jóvenes futbolistas como pequeños profesionales, siendo indicativo el crecimiento desproporcionado en todo sentido.
Con ello ejemplifico modos de entrenar que apresuran sus desarrollos, métodos de enseñanza erróneos, premura por alcanzar un rendimiento de élite cuando aún están en formación, trabajo con pesas y fuerza muscular a edades tempranas, carreras desproporcionadas sin entender las distancias idóneas de asociación, la liviandad con que se trabajan conceptos de técnica fina de cara a la evolución del juego, la vorágine por inculcar trabajos tácticos cuando no comprenden de espacio, tiempo, pausa y ejecución, el grado irrelevante de ganar a como dé lugar sin tener una línea clara de juego, el imitar entrenamientos sacados de Google sin saber por qué ni para qué se hacen… y un largo etcétera que, llamados virtudes por muchos, son errores sin retorno para quien suscribe la nota.
10.Has trabajado también en scouting nacional e internacional. ¿Qué cualidades buscás en un jugador que no se ven fácilmente en un video o en las estadísticas?
Lo primero que advierto es la toma de contacto con la pelota: ello me va describiendo, más allá del peso corporal y la altura, su pureza para jugar, identificando situaciones complejas desde la sencillez brillante de la belleza.
Creo fervientemente en el talento insuperable de la gambeta instintiva y la técnica exquisita.
Allí grafico mi idea soñada de crecimiento ilimitado de talentos emergentes a futuro.
Esto se observa cognitivamente y corporalmente: son dos elementos recíprocos, invisibles para la masa mediática, que no se detectan ni por video, VAR o magia.
Es para muy pocos descifrar el talento invisible… al fenómeno, lo vemos todos.
11.¿Qué lugar ocupa la educación emocional y psicológica en tu metodología de formación? ¿Cuán importante es el rol del entorno familiar?
Para mí, la educación emocional y psicológica tiene una preponderancia absoluta desde edades tempranas.
Pensemos por unos instantes lo que significa el tenor vocal del formador para vislumbrar las teclas donde debe ajustar y cuándo desprender palabras que aumenten o disminuyan la autoestima.
Tiene una relevancia inestimable el aspecto mental, conectado a emociones invisibles y de carácter diferencial entre todos, cobrando notoriedad el ejemplo digno del formador en todo su esplendor.
A ello agrego el rol vital del ecosistema familiar como motor de apoyo en todas las decisiones del joven futbolista.
Sin este masivo estímulo de confianza y apertura familiar para proteger el talento, el mismo se verá comprometido al ocaso prematuro… todo por el afán familiar de juzgar, jugando a ser profesionales cuando no lo son.
Deberían dedicarse moralmente a defender los derechos familiares de un hogar bien constituido, por el que sus hijos serán ejemplo dentro de un terreno de juego.
12.Por último, ¿cuál es tu mayor deseo o legado que te gustaría dejar como formador en el fútbol?
Mi vocación artesanal nació en un pueblo maravilloso llamado Bragado (Buenos Aires, Argentina). Allí fui educado en el potrero, el barrio, la escuela, por mis abuelos, mis tíos, mis padres, mis amigos y todo un pueblo que aún me acompaña y siempre será mi ancla protectora.
Este es parte de mi legado: ser un chico de barrio que no olvida sus raíces y cultiva el deseo de que se me recuerde como un hombre de bien, que forma personas y futbolistas por el mundo.
El resto es dedicación absoluta, siendo íntegro para ayudar y generoso para construir puentes de unidad mundial con tan solo una pelota de fútbol.

“A mis maestros queridos, con quienes me educo y aprendo constantemente, deseo reconocer en mérito que aún estoy aquí gracias a ellos.
César Menotti, maestro ejemplar, al que debo mi estilo altruista y bohemio, lleno de belleza, representando una escuela como es el querido fútbol argentino.


A Pablo Blanco, referente obligado de la formación del Fútbol Club Sevilla, generoso y altruista ser que siempre me
brinda su impronta.

Y a Guillermo Amor, inmenso tanto como persona y jugador, de exquisito paladar futbolístico y humano.
A ellos, mi gratitud por siempre.”

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