“El talento nace libre”: la mirada de Facundo Alvanezzi sobre el arte de formar futbolistas
- alvanezziformador
- 29 oct
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Desde Bragado hasta Europa, Facundo Alvanezzi recorrió un camino que combina la pasión del potrero con la exigencia de la élite. Exjugador y formador, trabajó en instituciones como el Barcelona, Bayern, Milan y FC Basel. Hoy, con una mirada integral, defiende una idea: el fútbol es un acto de amor, y enseñar va mucho más allá de entrenar.
—Facundo, ¿cómo recordás tus primeros pasos en el fútbol, desde Bragado hasta tu carrera profesional en Europa?Tengo grabado a fuego la sensación de ser un chico de pueblo soñando en un mundo complejo. Mis inicios fueron silvestres, de potrero, con una enseñanza que hoy ya no existe. Fui un privilegiado jugador hecho en el barro imperfecto, rodeado de talentos nacidos de la libre expresión. Esa libertad fue mi mayor escuela. De ahí nació mi creatividad y mi amor por repetir hasta el cansancio los gestos técnicos. Jugar con los más grandes fue mi universidad. Siempre digo que soy un producto selecto de la imaginación sin límites.
—¿Qué te llevó a pasar de ser futbolista a dedicarte por completo a la formación juvenil?Durante mis años de futbolista profesional, fui descubriendo mi vocación de formador. No tuve en su momento indicadores claros, y eso me llevó a pensar en cómo podía enseñar diferente. Encontré en el juego una forma de transmitir felicidad, de formar sin presionar. Aún mientras jugaba, ya observaba falencias: la ansiedad por el resultado, la falta de paciencia. Fue entonces cuando comprendí que enseñar jugando sería mi camino.
—¿Qué enseñanzas de tu etapa como jugador mantenés vivas en tu rol actual de formador?Primero, el respeto por la pelota. La técnica, la ductilidad, la posesión, el control… son valores esenciales. Sigo creyendo en jugar por encima de cualquier sistema. Soy un romántico del fútbol de antes, de repetir una y otra vez hasta mejorar. Jugar, jugar y jugar, esa es la fórmula que nunca pasa de moda.
—Estuviste en clubes como el Barcelona, Bayern, Milan, Sevilla y FC Basel. ¿Qué te aportó cada uno en tu formación como entrenador?Conocer esos clubes fue una experiencia reveladora. Me mostraron la importancia del comportamiento en la élite y del valor humano detrás del jugador. En todos ellos, la formación integral es prioridad. Se cuida la técnica, el juego asociado, la interpretación, pero también la educación emocional. Descubrí que el jugador-persona es la base de todo proyecto serio.

—En tus visitas a La Masía, ¿qué fue lo que más te marcó del modelo formativo del Barcelona?
Cada visita fue un aprendizaje profundo. Lo que más me impactó fue su sentido de pertenencia y el respeto por una filosofía que trasciende a los entrenadores. En La Masía, los chicos aprenden a jugar asociados desde temprana edad y lo trasladan al primer equipo. Tienen una movilidad razonada: juegan ordenados para desordenar al rival. Entrenan en espacios reducidos para crear amplitud. Y lo más admirable es su culto al toque, al pase, a dominar desde la posesión. Comprendí que allí se respira una cultura del respeto por el juego que pocos logran igualar.
—¿Cómo se logra trasladar esas experiencias europeas al contexto argentino?Siempre fue un desafío, pero posible. Jugar a la pelota es universal. Las ideas y los talentos son universales. Lo que cambia son las estructuras y las oportunidades. En Argentina, los chicos maduran más rápido por necesidad, y eso los hace distintos. Mi tarea fue adaptar lo aprendido en Europa con humildad, respetando nuestras raíces y el contexto local.
—Sueles decir que “formar un jugador es formar una persona”. ¿Cómo se traduce eso en tus entrenamientos?Para mí, el entrenamiento empieza con un abrazo, una charla, una pregunta sobre cómo está la familia o los estudios. Busco que sientan que son escuchados. Formar un jugador en persona de calidad humana es el legado que quiero dejar. La autoridad no debe imponer, debe proponer. El afecto disciplinado construye confianza, y con confianza, el jugador crece.
—¿Qué lugar ocupa la educación emocional en tu método de trabajo?Tiene un lugar preponderante. Hoy los factores emocionales y psicológicos son determinantes. No se puede entrenar si el chico está atravesando problemas personales. El formador debe entender que antes que futbolistas, son personas. Intento equilibrar lo emocional con lo competitivo, porque sin ese balance, no hay desarrollo real.
—¿Cómo se equilibra la exigencia competitiva con el crecimiento humano?Hay que enseñar que se gana aprendiendo, se pierde con humildad y se empata para reflexionar. El equilibrio se logra desde edades tempranas, ayudando al jugador a entender que la competencia debe ser un medio, no un fin. La exigencia sin humanidad destruye; la exigencia con valores forma.
—¿Cuál consideras que es la edad más crítica en el desarrollo del futbolista?Los 15 años, sin dudas. Es una edad decisiva: o se consolida el sueño o se abandona. Hay factores familiares, económicos y emocionales que pesan mucho. Es una etapa donde el chico quiere pero a veces no puede. Por eso es vital acompañarlos con contención y confianza.
—En tu rol de scouting, ¿qué cualidades buscás más allá de los números?Busco el talento genuino. No me interesa cuántos kilómetros corre ni cuánta fuerza tiene. Me interesa la técnica, el control, el pase que cambia el juego. Busco jugadores que jueguen con inteligencia, que comprendan el juego desde la pelota. El talento, como la inteligencia, se tiene o no se tiene.
—¿Qué entendés por “talento invisible”?Es la intuición pura. Es el arte de hacer sin pensar, de anticipar lo que nadie ve venir. Es un don que nace de la sensibilidad y la imaginación. El talento invisible es ese gesto que asombra porque no se puede enseñar, solo admirar.
—¿Recordás algún caso de un jugador que te haya sorprendido por ese talento invisible?Sí, el caso de Breel Embolo. Cuando lo conocí, muchos no creían en él: parecía lento, distraído, sin proyección. Pero yo veía otra cosa, una luz interior, una técnica por pulir. Con el tiempo, maduró y llegó a la élite. Cuando nadie apostaba por él, algunos pocos creímos. Hoy es un ejemplo de evolución.

—Después de tantos años, ¿Qué significa para vos enseñar?Enseñar es todo. Es revivir mi infancia de barrio en el fútbol de élite. Es levantarme cada día para pensar cómo transmitir mejor un concepto. Enseñar es mi vida. Es compartir lo aprendido en la calle, en el potrero y en los clubes grandes. Es transformar el conocimiento en emoción.
—¿Qué mensaje te gustaría dejarles a los jóvenes futbolistas, y también a los padres y entrenadores que los acompañan?A los chicos, les diría que sueñen sin límites. Que se animen a hacer caños, tacos, gambetas, a crear belleza en la cancha. A los padres, que acompañen sin presionar. Y a los entrenadores, que dejen que la libertad de expresión sea parte del juego. El fútbol es más hermoso cuando el talento se impone sobre la rigidez del sistema.
—En una frase, ¿Cómo definís tu filosofía de vida en el fútbol?“Solo los apasionados intentamos ir más lejos de los límites, pero siempre por el lado de adentro. Porque si los traspasáramos, nos perderíamos en un mar de incertidumbre sin destino final.”

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