La posesión del balón
- Facundo Alvanezzi
- 29 ene 2016
- 4 Min. de lectura
La posesión del balón
En esta sección, el entrenador Facundo Alvanezzi revelará distintas facetas del deporte más lindo de todos. En esta oportunidad, brinda una serie de conceptos que permiten comprender mejor el objetivo de la tenencia de la pelota.
Por Facundo Alvanezzi *
Contaban los eruditos del fútbol, desde siempre, que dominar una pelota de fútbol se debía pura y exclusivamente al entendimiento entre los pies y la cabeza, como motor que desandaba una andanada de recursos técnicos y la magia inteligente para crear jugadas virtuosas. El talento y la pasión nos entregaban un juego tan lúcido y estéticamente bello, que la razón sólo podía autorizar semejante armonía entre mente, cuerpo y alma.
Es notable en la actualidad ver con cuánta incredulidad nos quejamos porque simétricamente los músculos ya no se tensan para hilvanar juegos maravillosos con un balón en los pies. Todo lo contrario, esperamos pacientemente que la locura por el resultado y correr como locos puedan tapar la belleza que incluye la posesión del balón como instrumento de primera necesidad.
El eje en la posesión es la creación, y la misma se lleva a cabo por medio de pases que se efectúan desde el arquero, los laterales, los volantes y los atacantes, buscando la triangulación que dé origen y dinámica al juego.
Toda posesión tiene ramificaciones específicas que se caracterizan por una técnica depurada de los jugadores, velocidad y precisión en los pases, movilidad y ubicuidad proporcional, rapidez de ejecución y recepción de la pelota y, fundamentalmente, el valor de lo mencionado a través de las combinaciones excluyentes que iluminan el juego.
Es vital y elocuente la coordinación global orientada a la gestación y multiplicación del pase para crear espacios propios y del adversario, que nos permita evolucionar en horizontalidad, lateralidad, verticalidad y toda forma de articular y coordinar también las líneas entre ataque y defensa.
La posesión combate la verticalidad acelerada por alcanzar el objetivo en pocos toques y décimas de segundo, mientras autoriza y propone un fútbol de asociación colectiva que es prioritario y absolutamente indispensable.
Para que la posesión sea aplicada hay que saber enseñar cómo hacerlo. Es muy importante valerse, en la metodología de entrenamiento, de una buena pedagogía que articule los movimientos que se pretenden conquistar y las herramientas con las que se cuentan. Pues los ejercicios tienen notorias diferencias conceptuales-reales con las variables posibles que se reinventan con el juego.
Se nace con la virtud del arraigo tradicional del país de origen y los genes que argumentan no sólo una forma de jugar, sino de vivir la vida. Los futbolistas –los verdaderos talentosos- no deberían explicar por qué su inteligencia es un don, ni por qué la naturaleza de tantas horas de entrenamiento silvestre les hace pulir equilibradamente el balanceo entre la técnica depurada y la gambeta extraordinaria para desnivelar al rival de turno.
Cuando hablo de posesión de dominio intelectual es porque cada uno debe aportar su técnica individual y luego su técnica colectiva desde el lugar de origen que ocupa en el campo. Esto es importante para que la combinación recíproca de lo mencionado dé lugar al inicio, la continuidad y la finalización de las jugadas, sin tener un recorrido previsible de realización. No es fácil pensar a máxima velocidad procurando cuidar la pelota en los sectores y fracciones del campo que alimentan la proporcionalidad con la cual el individuo y el equipo van progresando y defendiendo una idea definida de juego.
El fútbol es maravilloso porque motiva la inspiración de todos nosotros, que buscamos crear mágicamente a través de los futbolistas, primeros y únicos actores-autores de semejante cultura futbolística llena de grandes genios de la pelota, una divinidad más allá del paraíso. Eso es la posesión del balón, una divinidad en el paraíso, donde los duendes de la magia nos muestran en varias ocasiones que el milagro es posible. Sólo hay que entrenarlo, con futbolistas y con formadores que no deformen la idea primaria de jugar como niños que se duermen abrazados al balón, en busca de la posesión que los haga partícipes a todos.
Reflexión:
Todos anhelamos la posesión individual y creativa de la pelota. Pero no todos los entrenadores compartimos la idea de diferenciar, con nuestra capacidad personal, a aquellos que construyen pacientemente creadores de juego de quienes proponen la lucha como elemento fundamental. Busquemos en cada uno de nosotros la razón, el desencadenante por el cual nosotros mismos entrenamos y los futbolistas juegan.
Nacido en Bragado, provincia de Buenos Aires, el 9 de octubre de 1965, el marplatense por adopción tuvo una temprana vinculación con el fútbol. A los 13 años ya había debutado en la primera división de Sportivo Bragado. Paralelamente se trasladó con su familia a “La Feliz” y el “10” desplegó su talento en instituciones locales. Vistió los colores de Kimberley y Deportivo Norte, con un fugaz paso en el medio por Ferrocarril Oeste. Luego de casi una década en el fútbol marplatense, Alvanezzi fue a probar suerte en el viejo continente. Y se quedó en tierras europeas hasta su retiro. Militó en el Livorno de Italia (1989-1990) y en tres instituciones suizas: FC Locarno (1990-1993), FC Tressa Monteggio (1994-1995) y FC Caslano (1996-1998).
Mientras transcurrían los últimos años de su carrera futbolística, Facundo inició el curso de entrenador en tierras helvéticas y comenzó a entrenar a los más chicos para foguearse con los métodos de entrenamientos utilizados en el proceso de formación de jóvenes futbolistas. De hecho, su trayectoria como entrenador se ha desplegado en las divisiones formativas. Comenzó a dirigir en las juveniles de Cadetes de San Martín (2002) y en gran parte de su estadía en nuestro país trabajó en la cantera del Club Atlético Aldosivi (2003-2007).
Luego regresó a Europa, donde integró la academia del Basilea Fútbol Club (2008-2014), una institución modelo para el desarrollo de futuros futbolistas. Allí creció como entrenador y adquirió conocimientos y valores fundamentales para la formación deportiva de los jóvenes. Romántico del fútbol, militante del fútbol total, ve en el Barcelona y su escuela, La Masía, la representación perfecta del juego en su máxima expresión. Una obra que es fruto de un largo trabajo en las divisiones inferiores. Quizás de allí venga una de sus frases predilectas: “Enseñar es sinónimo de paciencia”. Hoy, de nuevo en Argentina, Facundo sigue conectado al fútbol y a diversos proyectos. Entrenador paciente, Alvanezzi es un docente del fútbol.

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